el SIC pretende adaptarse a un nuevo estilo; le ganó con lo justo a Champagnat


Nada cambia en los arranques de cada temporada. Los equipos se renuevan y los primeros compromisos ayudan a armar la estructura para llegar al final de la competencia lo más consolidados posible. En este transitorio período de adaptación se puede decir que el SIC cumple porque gana, pero para retirarse victorioso debió utilizar todas sus energías y su repertorio. Aún no disfrutó de ningún handicap, el que se puede imaginar por individualidades o calidad grupal.

En el debut, al conjunto de San Isidro no le resultó sencillo doblegar a Gimnasia (pese al holgado triunfo), y ayer padeció frente al aguerrido Champagnat, al que derrotó con un ajustadísimo 28 a 27 (el parcial también concluyó con una mínima diferencia para los visitantes: 18-17). Hasta estuvo muy cerca de perder, si no hubiese sido porque Cilley le tapó un drop a Barruti sobre la hora. Antes de eso, el apertura sanisidrense falló un penal factible y, en el tercer minuto de descuento, remató desviado casi debajo de los palos. Pero a ese vibrante epílogo poca relación se le encuentra con lo sucedido desde el kick-off.

El SIC dispuso de una complaciente ventaja en la obtención (Longo cumplió una gran tarea, y en el line resultó clave), aunque nunca consiguió ser más en el juego abierto. Desequilibró con algunas corridas profundas, que derivaron en las conquistas de Fefo López Jallaguier y del Sapo Cerioni, pero esas acciones no se repitieron muy seguido.

Se le nota una nueva propuesta de hacer circular con mayor frecuencia el balón hacia las puntas (igualmente no abandonó sus clásicos principios), y de a poco intenta acostumbrarse, pues en muchas ocasiones no aseguró los pases y perdió el control en situaciones francas de ataque. Martin reconoció que la fortuna les tendió una mano: “Champa nos jugó con una gran actitud; ganamos porque tuvimos más suerte. Fuimos superiores en la obtención y pasamos más tiempo en el campo de ellos, pero no supimos qué hacer con la pelota”.

Con el liderazgo de Durand -uno de los más destacados- y de Tomaghelli, los hombres de Pacheco levantaron la bandera del sacrificio. Con sus gigantes Lugano y Ustáriz tuvieron al line como la más segura plataforma de lanzamiento, pese a que en la administración de esos saques no contaron con la misma claridad; Barruti a veces empleó con exceso el pie y, en otras circunstancias, las salidas de los reagrupamientos carecieron de repentización y velocidad, algo que facilitó el funcionamiento defensivo del SIC. De positivo queda la imagen diferente demostrada por ambos equipos. La del SIC, con un estilo distinto, y la de Champagnat, con una mayor confianza.

Por Santiago Roccetti
De la Redacción de La Nación

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