Lesiones, árbitros y reglas, en un certamen particular

En un conglomerado de 82 clubes como el del campeonato de Buenos Aires, convengamos que es difícil armar una estructura competitiva que conforme a todos. Se trata, entonces, de un torneo que tiene varias particularidades, a tal punto que mañana retomará la acción después de seis meses de receso.

En su recorrido hasta fines de octubre, el campeonato tiene también, para sus cuatro grupos, distintas alternativas, producto del quiebre que se producirá esta vez el 12 de junio, cuando culminen las etapas clasificatorias. Desde entonces, después del paréntesis por la serie internacional de los Pumas, casi es otro torneo, con el Top 14 al tope del rating, y con el resto de los clubes jugando reubicaciones que no otorgan títulos, sino posibilidades de ascensos y descensos.

En fin, no hay en el país certamen como el de la URBA, ni tampoco en otras naciones. Por cantidad de equipos y por extensión. Y eso le da un sabor especial, porque, al fin y al cabo, es el más fuerte de la Argentina, al margen del poder que ha perdido Buenos Aires en el último año.

Entre el título de pentacampeón que buscará Hindú y el bautismo que tendrán Virreyes y Delta, hay aspectos que conviene anticipar y que no pasan exclusivamente por el clásico pronóstico de favoritos ni por el archiconversado asunto del Pladar. El rugby de Buenos Aires tiene por delante una tarea que hace básicamente al juego, y que se trata de comprender y respetar el reglamento.

Si bien se ha realizado un trabajo de prevención con la confección de aptos médicos que empezaron a comprender otros estudios a partir del año pasado, lo cierto es que las lesiones de seriedad no desaparecieron. Hay más de un factor por tener en cuenta, pero uno es esencial: no apartarse de las reglas en un deporte que es cada vez más físico y que marca importantes diferencias entre los equipos que disponen de más tiempo ?y plantel más numeroso? para entrenarse y los que no.

Hay, en eso, una realidad más y más preocupante: la falta de árbitros. No alcanzan para cubrir todos los partidos ?juveniles incluidos? de cada fin de semana. Y de eso derivan otros inconvenientes, como las distintas interpretaciones del reglamento y, muchas veces, la falta de colaboración de jugadores, entrenadores y público.

Si el campeonato de Buenos Aires llegare a su fin con “lesión cero” y dentro de un ámbito en el cual el verdadero espíritu del rugby superare esas diferencias, entonces podrá levantar una copa tan preciada como la del Top 14. Es un desafío que vale la pena afrontar. Para discutir y analizar todo el resto, hay más tiempo.

Jorge Búsico para La Nación
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